martes, 23 de diciembre de 2008

Salir a comprar

Antes de venir a Argentina, cometí el grasso error de ir a comprar unos regalitos a Oxford Street (que viene a ser “la” zona comercial de Londres) un sábado al mediodía. Yo buscaba una tienda de ropa famosa por ser barata (y explotadora), en misión “no comprar nada de más de 10 libras” (si tienen familia numerosa me van a entender).

Entonces, gracias a mi instinto sabueso, consigo encontrarla entre los cinco millones de locales que hay ahí, y ya desde la puerta me dí cuenta de que la cosa no iba a ser fácil. El espectáculo era cuasi dantesco: una horda femenina en pie de guerra, un malón de mujeres dispuestas a sacrificarse ellas mismas con tal de conseguir talle en esa super oferta rebajada de liquidación. El “todo vale” del retail: codazo, pisotón, tironeo... usar cualquier superficie reflectora como probador y secuestrar empleados hasta que te consigan lo que querés (por más que nunca lo vayas a usar).

Hay una urgencia ahí, una pulsión incontenible y engañosa. No hablo “desde afuera”, porque no hay afuera. Todos estamos más o menos condenados al deseo. Esta vez, aunque sea, sirvió para sentirme Papá Noel por un rato.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Porteña

Esto está bastante abandonado. Es el tiempo puro, sin horarios ni obligaciones, que me vuelve una chanta total. Sepan disculpar y tolerar, va a ser así por unos meses más.

Londres quedó atrás (por ahora) como un sueño. Las noches de verano de Buenos Aires están tal cual como las dejé. La esquina de Corrientes y Callao me pertenece.

Ver acá gente que he conocido en Londres levanta un puente extraño entre mis dos vidas. Es casi surreal estar comiendo una fugazzetta en La Continental a las tres de la mañana con Alex, cuando fue con ella con quien estuve tomando tecitos en los bares de Londres al atardecer. Es surreal pero también acorta un poco la distancia simbólica, que es mucho más que dieciocho mil kilómetros.

Así voy transitando esta época-tránsito, recuperando la fuerza a través del sol.