sábado, 9 de mayo de 2009

Leaving the cellar

Bueno, acá estamos. De a poquito los melones se van acomodando, por decir algo acorde a este dia peronista que derrocha sol. Dos meses desde mi aterrizaje en Heathrow (como si todo fuera considerado en referencia al tiempo que paso en Argentina) y lentamente voy saliendo del encierro fritzeliano (un nuevo término que acuñamos en referencia al "monstruo de Amstetten").

Entonces pienso que Londres no está taaaaan mal. Que depende que cómo uno se sienta, de lo que haga, de la gente que ve (y del clima, por supu). Creo que puede ser la peor ciudad para vivir si uno no está bien porque la desconexión emocional es grande.

No es fácil encontrar el sentido de comunidad, de contención, de lazo social acá. No está dado, como en Argentina. En Londres hay que tomarse el trabajo, hay que construirlo. Después resulta que hay mucha gente buscando lo mismo y la cosa fluye. Pero hay un hielo por romper. Conclusión: ahora estoy metida en quinientas cosas, y más contenta también.