miércoles, 18 de marzo de 2009

Volver

Mi vida está oficialmente fragmentada: un patchwork de ciudades, idiosincrasias, climas, gente, rutinas. O también podría pensar que (con un poco de suerte) he pasado de vivir un tiempo lineal, aquel de la Modernidad, a vivir un tiempo premoderno, cíclico. Ya no hay más sucesión convencional de etapas (en un mismo lugar) sino, más bien, una circularidad (verano argentino- primavera verano otoño inglés-verano argentino) que alterna el campo y la ciudad, lo archiconocido y lo todavía extraño.

Hace dos semanas estaba nadando al sol, subiendo sierras y enyoguizándome a más no poder. Volví a Londres hace diez días y lo primero que hice fue pescarme una gripe macha. Como para que quedara claro que es otro cuadradito del patchwork.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El nombre es la cosa que el nombre nombra

Lo de que vivo en la calle Falkland no es joda. Es así, nomás: Falkland Road. Ahí está la casa (de toda la vida) del milonguero que encontré en Salón Canning el 28 de julio (cumpleaños de mi vieja) de 2006. Justo ahí. Yo que no tenía la mínima simpatía por Inglaterra, que había llevado “fidedos” al jardín de infantes cuando las colectas para los soldados en Malvinas, que de inglesa lo único que tengo es que fui nombrada en honor a Florence Nigthtingale (de chica mi mamá había leído sobre ella en “Lo sé todo” y quedó fascinada).

Bueno, la cuestión es que vengo a parar acá, siendo que para mí siempre tuvieron mucha importancia los nombres de las calles donde he vivido. Aunque no haya tenido suerte, porque nunca me tocaron esas calles tipo “Mahatma Gandhi” o “Federico García Lorca”, al menos puedo decir con orgullo que nunca viví en “Ramón Falcón”.

Hay algo curioso con el nombre de una calle como representación de otra cosa. Tengo un amigo que después de pasar un tiempo en Playa del Carmen, soñaba con volver a México. Y volvió: a México y Perú, el día que se mudó a San Telmo. Tuve un profesor, semiólogo él, que se compró una casa en el Pasaje Del Signo, en Palermo. ¿Destino o casualidad? Chi lo sa.

Pero la anécdota más linda es la que protagonizó mi suegra con un grupo de amigos (muchos, latinoamericanos exiliados) en Londres en el ’82. Intelectuales, artistas, bohemios, pergeñaron un golpe comando para cambiar el cartel de la esquina de “Falkland Road” por “Malvinas Road”. El plan no llegó a concretarse, pero igual me encanta la historia.