viernes, 6 de junio de 2008

Un poco personal

Permítanme este desliz melanco y algo infantil, si se quiere.Recuerdo mis primeros días en Londres. Me recuerdo a mí, caminando por Kentish Town Road con la sensación de que había otra Florencia en Buenos Aires, una que seguía yendo a trabajar como siempre, como si nada hubiese pasado. Un desdoblamiento involuntario. ¿Un mecanismo psicológico para amortizar el shock del cambio? Qué se yo. Lo que sé es que hay algo de la existencia constante, regular, inmutable que nos tranquiliza, que me tranquiliza.

Estuve unas pocas horas en Buenos Aires y quise ir a comer pizza de parado a Guerrin con mi amigo Santi (ex periodista, futuro coreógrafo, eternamente poeta de lenguaje poderoso). Y ni bien entramos a ese antro de la fritura lo vemos, paradito detrás de la caja, como desde el principio de la Historia de la Humanidad imagino yo. El tipo viene cobrándome la pizza de verdura que me pido cada vuelta desde la primera vez, hace casi diez años.

Con Santi pensamos en el alivio que es descubrir que a pesar de que uno se vaya y vuelva, haga y deshaga, se case y se divorcie…siempre va a haber un cajero de pizzería justo a la vuelta de la esquina, para demostrarnos que el mundo sigue siendo mundo.

1 comentario:

Richard dijo...

Me conmovió lo que escribiste.
Es verdad eso. La nostalgia de las cosas habituales tiene peso y al comprobar que ´siguen estando, uno se siente reconfortado.
Besos