miércoles, 26 de noviembre de 2008

Oh Bahia


A medida que dejaba atrás el aeropuerto, Salvador de Bahia se fue presentando como un masacote húmedo de cuerpos y autos en movimiento, una olla en ebullición. Más tarde, pateando las calles menos turísticas (como una turista que reniega de su condición, un proyecto de flâneur) yo misma fui parte de ese Once gigante a 35°, temperatura constante.

La favela atraviesa la ciudad. Ahí está, por donde se mire, ese cúmulo de chapas, ladrillos huecos, lonas, ropas colgadas, dándole a Salvador un aire de obra en construcción, de algo no terminado.

Mientras los londinenses invierten en sus casas porque pasan mucho tiempo ahí (y porque tienen con qué), los bahianos apenas van para dormir, viven en la calle, en el bar, en la playa, en cualquier lado menos en esos cubos calurosos y precarios.

Cada lugar que conozco corre los márgenes de mi idea sobre las posibles formas de vivir. Londres es límite, ley. Salvador es desmesura, desborde. Dos extremos que se ignoran mutuamente.

3 comentarios:

Café (con tostadas) dijo...

que linda manera de describir una ciudad!

Y que buena relación entre dos culturas...

Anónimo dijo...

Me encantó. Me gusta ver como se va desarrollando lo que escribis.

Florchi dijo...

Cha gracia a ambos, Café con tostadas y Chupantu. Un abrazo!